Desde ayer que leí la última entrada de Juanma en su blog:
Rebotar y vuelta a empezar llevo dándole vueltas al hecho de por qué si sabemos que la obesidad no es buena, que estamos mucho mejor con unos kilos de menos, que hemos logrado recuperar un peso justo más que aceptable (como es el caso de Juanma:
Objetivo cumplido con la dieta Dukan!), y que se trata de mantenerlo solamente, cosa que debería ser mucho más sencilla de realizar en sí, que el hecho de bajar 21 kilos (o los que tenga que bajar cada uno).
Porque le ocurre a Juanma y nos puede pasar a todos, no nos engañemos.
¿Cuántas veces nos hemos visto en un efecto rebote en cualquier dieta realizada? Infinitas, seguramente (bueno, vale, he exagerado un poquito). El que sea la dieta Dukan la que nos haya llevado al buen puerto del normopeso no significa que no vayamos a autosabotearnos de nuevo y comenzar a subir y a subir, y que cuanto más vemos subir la báscula más problemático es parar y retomar las riendas y el control de nuestro cuerpo, como si de un caballo desbocado se tratara.
Llevo desde ayer dándole vueltas porque puedo ser yo la siguiente, y creedme, que no me gustaría... No se lo deseo a nadie. Porque bastante trabajo supone recuperar un peso aceptable, como para ver después que tus esfuerzos se van por la borda. No pretendo con este post juzgar a Juanma. Nada más lejos de mi intención, me parece un tipo super honesto consigo mismo y con los seguidores de su blog, que somos muchos. Siempre ha comentado todo, cuando va bien y también cuando ha ido mal con la dieta y pienso que compartir esos momentos de debilidad es lo que nos ayuda a aprender a todos. A mí desde luego, lo que me enganchó a su blog fue precisamente esa manera tan honesta de narrar su historia con la dieta Dukan.
Pero volvamos a la pregunta del principio. ¿Qué es lo que puede hacer que tras el esfuerzo titánico de haber logrado nuestro objetivo tiremos por la borda el objetivo y el trabajo?
Pues la respuesta ha venido a mí esta tarde mientras preparaba un tema del curso que tengo en marcha:
Coaching para el Éxito Financiero y Personal, todo está en nuestra cabeza, en forma de archivos obsoletos que seguimos guardando como si fueran actuales, pero no lo son y lo único que logramos con ellos es autosabotearnos la vida una y otra vez.
Y podemos hablar del aspecto financiero, pero si lo aplicamos al aspecto personal y en este caso a la obesidad es lo mismo.
Nosotros pertenecemos a una generación que vive en la comodidad de una vida aburguesada. Nuestros abuelos y nuestros padres no lo tuvieron tan fácil. Sólo dos generaciones atrás, aunque se nos haya olvidado, hubo una guerra, un periodo muy largo de carencia social, de pobreza, escasez... Las familias tenían unas cartillas que les llamaban "de racionamiento" en la que aparecía las cantidades que les correspondían semanalmente de determinados alimentos de primera necesidad (harina, aceite, leche...) y hacían grandes colas para ir a recoger los suyo el día que tocaba reparto. Esto se nos ha olvidado, pero yo que he tenido padres mayores son anécdotas que he escuchado en mi casa de niña muchas veces, y como yo, seguro que mucha gente. La consigna era "come ahora lo que puedas que vete a saber si mañana podrás comer algo", porque NO HABÍA en muchos casos para comer como tenemos ahora, que vas al frigo y coges lo que quieras.
Igual hemos oído decir muchas veces aquello de "cuando seas grande, comerás huevos" y no sabemos el por qué del dicho. En aquellos tiempos de postguerra a cada familia le tocaban un número muy contado de huevos, y cuando se hacía un huevo frito, se le daba al cabeza de familia (al padre) que era quien tenía que ir a trabajar, en trabajos muchas veces físicamente agotadores, y necesitaba toda la energía que pudiera dársele en forma de comida. Por eso, a los hijos, cuando miraban hambrientos al padre comerse "su huevo" les decían que cuando fueran padres comerían huevos, como en aquel momento lo hacía su padre. Alguno tuvo más suerte y comió huevo de chico, uno que freía su madre y tenían que untar entre todos los hermanos, y esto os prometo que no me lo invento.
Han pasado las décadas y vivimos en una época en la que no pasamos hambre, pero seguimos, nunca mejor dicho, con el chip en la cabeza de la escasez y el hambre.
En aquellos tiempos, los hombres tenían trabajos físicamente agotadores, y las mujeres también, porque no había lavadoras, ni friegaplatos... incluso la fregona se inventó años más tarde así que los suelos se lavaban de rodillas con un trapo, como hemos visto hacer a la Cenicienta en la película de Walt Disney. Así que todos necesitaban comidas energéticas, alimentos que con poca cantidad les diera la energía necesaria para enfrentar a un duro día de trabajo. Y lo mismo los niños, entonces se jugaba en la calle a tantos juegos puramente psicomotrices como pudiéramos imaginar.
Hoy en día en muchas casa se siguen poniendo raciones de potaje a niños y mayores que seguramente no son necesarias en muchos casos, ya que el trabajo tanto de niños como de adultos suele ser bastante sedentario en general. Y así, la obesidad está servida en nuestra sociedad como plato principal.
Y detrás de esto ¿qué hay? que somos ricos, pero seguimos alimentándonos como pobres, o más bien comiendo, tragando, deglutiendo como los pavos que preparan para ser sacrificados, que les ponen un embudo en la boca y ala, a meterles pienso. Y si esto os parece exagerado, fijáos en cómo se les da de comer a los bebés y niños muy pequeños, como si se fueran a morir de hambre a la vuelta de la esquina...
Y de aquí derivan tantos comportamientos de muchas madres y abuelas para que comas un poquito más (y da igual que tengas 3 que 30 años, ellas insisten), para que en cuanto te ven adelgazar se preocupen, porque se te ve tan sano y tan gordo... O como se nos decían hasta hace no tanto tiempo a las mujeres, "Uy, ¿has mejorado, no? ¡¡se te ve más gorda...!!".
Sería importante en cada caso cazar todos esos archivos inútiles que seguimos almacenando en torno al mito de la comida, desprogramarlos y poner en su lugar otros que potencien actitudes sanas frente a la comida y la nutrición.
Entonces no habría efectos rebotes ni autosabotajes ni otro problemas psicológicos relacionados con la obesidad.
Seguiré pensando esto y, quién sabe, tal vez lo siguiente que haga sea crear un curso de Coaching para el Éxito con su Dieta y su Imagen Personal.
Suena bien, ¿no?
¡¡Saludetes!!
Mónica Alvarez