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sábado, 27 de junio de 2009

Las emociones



Nuestras emociones nos pueden jugar una mala pasada a la hora de hacer dieta. Y no sólo porque determinados estados emocionales nos pueden llevar a consumir dulces, comida rápida y otros alimentos que no nos van nada bien para nuestro exceso de kilos.

Las emociones que vivimos y que vivenciamos a través de la comida se fijan en nuestro cuerpo de manera perenne como las emociones que son.

Así, si estamos inmersos en una depre y nos comemos unos pastelitos para endulzarnos la tristeza que nos embarga se fijará en el depósito de grasa que se produzca. Como si nos fuéramos poniendo capas de "plastilina". Aquella tarde que estábamos tan tristes; aquel amor que pasó de largo; aquella amiga que nos defraudó tanto; aquel trabajo del que nos echaron sin motivos claros... Tristeza, rabia, dolor, miedo, duda, desprecio... Todo queda almacenado en nuestro cuerpo energético.

Por eso es tan difícil adelgazar, porque a medida que nos quitamos capas de grasa vamos sacando a la luz todas esas emociones que estaban tranquilitas protegidas por nuestra grasa corporal que al ir desapareciendo va sacando a la luz.

Si somos capaces de enfrentarnos a ellas y ganar la partida, conservaremos los kilos de más que nos hemos ido quitando. Si no, volveremos a recubrirlas y adormecerlas para no escuchar sus voces y poder vivir tranquilos.

La obesidad es el mal menor que hemos de soportar por no enfrentarnos a nuestros fantasmas emocionales.

martes, 23 de junio de 2009

Raquel Nogués: “Comer es una gran válvula de escape”

Me han hecho llegar este artículo y me ha parecido tan bueno que os lo comparto:




–¿Está superada la moda de estar extremadamente delgados?

--Ha cambiado. A mí me siguen pidiendo dietas para perder peso, pero ya no está de moda estar muy delgado. Las actrices de moda tienen de todo y bastante, las mires de frente o de perfil. Desde Catherine Zeta-Jones hasta Scarlett Johansson o Penélope Cruz. Y ellas son modelos que marcan tendencia. Pero una cosa es que sobren unos kilos y, otra, la necesidad de perder mucho peso por motivos de salud. Por obesidad.

–¿Qué debería hacer un obeso?

--Lo contrario de lo que suele hacer:no someterse a pérdidas de peso rápidas, porque no las podrá mantener. Esas personas necesitan verdaderos cambios en la forma de alimentarse, y asumir que la tendencia a engordar la tendrán toda la vida. Yo doy pautas para frenar esa tendencia y mantenerla a raya.

–¿Cuál es su modelo de dieta?

--La que contiene todos los alimentos. Todos, aunque repartidos en varios días. No podemos hacer dietas ideales de un día, porque no se puede comer en 24 horas todo lo conveniente. Mis dietas llevan carne, pescado, legumbres, pasta, arroz... La única condición es que no se puede comer de todo siempre que apetece y en la cantidad que queremos.

–¿Habla de combinar los alimentos de forma distinta a la habitual?

–No. Hablo de no comer cada día alimentos que en porciones muy pequeñas concentran mucha energía.Por ejemplo, las patatas fritas. No están prohibidas, y tampoco los huevos fritos, pero no podremos cenar cada día huevos y patatas fritas.

–Eso no sería una dieta disociada.

–No. La dieta disociada no permite mezclar ciertos alimentos en una misma comida. Por ejemplo, si tomas un plato de arroz –hidratos de carbono– no puedes comer, de segundo plato, carne o pescado. Esa separación, llevada al extremo, hace adelgazar, porque quien la sigue, en la práctica, lo que hace es comer básicamente proteínas, eliminando verduras e hidratos. Adelgaza, pero es una dieta desequilibrada.

–¿Y si no se lleva al extremo?

–Entonces, hasta cierto punto, una dieta disociada no está mal. Nuestras abuelas ya aplicaban ese estilo alimenticio: el día que había paella en casa era plato único, acompañado de una ensalada de lechuga. Cuando yo diseño una dieta de esas que llevan de todo siempre digo: «El día que coma pasta, no tome carne de segundo plato, sino ensalada».

–Se trata de separar, no de evitar.

–Claro. Si comes proteína por medio de un plato de legumbres o arroz, no necesitas volver a comer proteína después. Pero, si eso te lleva a comer dos bistecs y tres espárragos a mediodía, ya no estoy de acuerdo.

–¿Cuál es el principio científico que explica que esa dieta no engorde?

–No se sustenta en ningún principio científico. Simplemente, si comes un plato de arroz y después un cuarto de pollo, te alimentas más y engordas. Y si comes la mitad, adelgazas. Pero, insisto, en la práctica, quien sigue una dieta disociada no come arroz a mediodía y pescado por la noche, que sería lo adecuado, sino que evita los hidratos y toma proteína a todas horas.

–¿Cuál es su filosofía dietética?

–La de ir cambiando de alimentos sin prohibir ninguno. Si a un señor le apasiona el queso, no se lo puedes prohibir, porque, tarde o temprano, comerá queso. Le debes proponer que lo tome solo el domingo. Cosas lógicas. No es una filosofía mía, es un consejo universal.

–¿Triunfa su mensaje?

–Muy poco. No tenemos ninguna capacidad de convicción. Los anuncios de dietas extremas que ponen en peligro la salud tienen mucho más éxito que los nuestros. Ahora, por ejemplo, existe una dieta que está siguiendo media Barcelona, que consiste en comprar unos sobrecitos de proteínas que se han de tomar con minúsculas porciones de verdura. ¿Qué consiguen? Se pierde mucho peso en las primeras semanas.

–¿Y en las siguientes?

–El exceso de proteína provoca un aumento de acetona y ese desequilibrio, que se percibe en el aliento, quita el hambre. La pérdida de peso puede ser brutal el primer mes --de hasta 10 kilos– y, encima, no tienen hambre. Si se mantiene, esa alteración química es muy dañina, sobre todo si quien sigue la dieta es obeso y cardiópata. Y, además, no cambia los hábitos alimentarios.

–¿Su dieta, sí?

–Sí. Pero, haciendo lo que yo digo, tal vez perderán 12 kilos en un año, no en un mes. ¡Y es fantástico! Porque están aprendiendo a alimentarse bien. Pero eso no tiene atractivo.

–¿Qué función psíquica cumple la alimentación?

–¡Total! Nuestra sociedad todo lo celebra en la mesa, ya sea un negocio o una boda. Comer es una gran válvula de escape cuando estás nervioso. La persona tranquila lo tiene más fácil para comer con equilibrio.


Fuente: http://www.elperiodico.com/default.asp?idpublicacio_PK=46&idioma=CAS&idnoticia_PK=623691&idseccio_PK=1006&h=090623

La báscula engaña

No siempre la báscula refleja la realidad de lo que somos. Refleja el peso, pero nada más. Hay momentos en los que es más fiable dejarse guiar por la ropa y cómo nos queda que por uno de estos aparatitos.

Para bajar peso, una de las actividades que se suele recomendar es hacer ejercicio. Ocurre que al hacer ejercicio los músculos se fortalecen aumentando de tamaño, de peso y contribuyendo a que el peso global de la persona aumente también. Si te sumergiste en una dieta con ejercicio tendrás que tener un poco de paciencia para ver los resultados en la báscula.

Así mismo, las mujeres tenemos unos días al mes, los previos a que nos venga el periodo, en los que acumulamos líquidos. En esos días podemos llegar a aumentar nuestro peso hasta en 2 kilos. Afortunadamente, en cuando pase el periodo se irán también y podremos ver reflejado en la báscula una cantidad más aproximada a nuestro peso.

Parece que a la hora de adelgazar todo son escollos...

sábado, 20 de junio de 2009

Seguimos adelante




Difícil, difícil se me está haciendo regresar al peso que tenía antes de irme de vacaciones. Bueno, puedo decir en estos momentos que ya casi estoy. Cada vez que me peso, mi báscula fluctúa a un lado y a otro del 87, llevando ya tres días que queda del lado izquierdo, esto es, que peso algo menos de 87 kg. Igual 87'800 o algo así. Mi báscula es muy vieja y no distingo bien las rayitas recién levantada con las legañas todavía puestas.


No lo llevo mal, ya que sí noto la ropa bastante suelta. Ayer me puse una camiseta de tirantes y noté que me sobraba tela por algunos sitios, cosa que no me ocurría antes.


¿El truco? Pues ocurre que estos días mi marido por motivos de trabajo no come con nosotras y al tener que estar más pendiente de la niña y tardar más en comer, mi sensación de saciedad se activa y me avisa cuando voy llegando al límite. ¡¡Esto está muy bien!! Sobre todo porque soy yo quien para, sin quedarme con las ganas de comer un poco más... Qué curioso. Comemos más si comemos acompañados, como si nos mimetizáramos con la persona que tenemos enfrente. Y como nos toque alguien con un saque mayor que el nuestro... ¡estamos perdidos!


Mi cuerpo baja peso en etapas de bajada de volumen sin que se note en la báscula junto a otras en las que la báscula registra (¡por fin!) que efectivamente peso menos y el trabajo ha sido eficaz.


Así que voy a por mi siguiente objetivo: bajar de los 86 kg.


¡¡¡Ya os contaré!!!

lunes, 15 de junio de 2009

La cuna vacía: El doloroso proceso de perder un embarazo



Hoy no vengo a hablaros de dietas sino de algo muy especial que me ocurrió la semana pasada: La publicación de este libro que os muestro, del que soy coautora.

Es un libro dedicado a un tema muy concreto: Las pérdidas de bebés durante el embarazo y en el periodo que rodea al nacimiento. De cada tres embarazos uno termina en pérdida y hasta ahora no había ningún manual en el que se orientara un poquito a los padres sobre cómo sobrellevar un trance tan duro. Como no os quiero meter aquí una chapa, os doy unas direcciones donde podéis leer un poco más acerca de él.

La ficha es:
M. Àngels Claramunt, Mónica Alvarez, Rosa Jové y Emilio Santos: La cuna vacía, el doloroso proceso de perder un embarazo. Editorial La esfera de los libros 2009. Precio: 18€

O pedirlo en la librería que prefieras. Si no lo tienen te lo pueden traer.

Espero que con todo os podáis hacer una idea.

Un abrazo!!

domingo, 7 de junio de 2009

Cantidades de comida


Yo también te entiendo. Es frustrante ver cómo la gente a tu alrededor come cantidades ingentes de comida y tan tranquila, y tú, con la mitad te has llenado y encima se te pega en todas las partes de tu anatomía... Es desalentador. Yo también he comprobado que me va mejor comer cantidades más pequeñas. De hecho, yo de niña comía muy poco, o al menos de eso se quejaba todo el mundo. A partir de los 7 años algo cambió en mi metabolismo y comencé a comer "bien" y a engordar.


Es muy distinto la cantidad que los demás opinan que hemos de comer y la que realmente necesitamos. Esto lo veo cuando voy a comer a casa de según qué familiares. Si no comes un plato hasta arriba de lo que sea, es que no comes suficiente. Pues pinta de desnutrida no tengo, creo yo. Es curioso cómo cuando como en casa de mi familia el mensaje es "no comas tanto" pero si como en casa de mis suegros lo que escucho es "¿Seguro que no quieres más?"


Nuestra generación fue marcada por una generación de madres que creían que si no nos atiborraban de comida nos íbamos a morir de hambre o poco menos. Así, aprendimos a comer cantidades más grandes de las que realmente necesitamos. Metabolismos más activos lo pueden soportar, pero los nuestros... pues se ve el resultado en los michelines.


Por eso, más que hacer dieta busco reencontrarme con ese instinto que me dice "basta, no necesitas comer más". Sé que en vacaciones cojo peso porque me pongo nerviosa cuando estoy fuera de casa, me embalo, y para cuando me doy cuenta me como todo lo que tenía en el plato (que es otra de las conductas que tenemos grabadas en el disco duro) o lo que había en la bandeja de picar, o lo que sea. Me paso con la cantidad.


Por eso se recomienda comer despacio, para que la sensación de saciedad llegue al cerebro a tiempo. Como tarda un poco, si comes muy rápido, para cuando llega ya te lo has comido todo y has metido mucho más de lo que necesitabas.


Mira, comimos un día en casa de unos familiares. Pusieron para picar y de primero una ensaladilla que ya vino servida de la cocina. Era un plato con una ración inmensa. Me lo comí todo. Estaba bueno, pero igual no hubiera necesitado tanto. Sirvieron el segundo plato, pollo asado. Iba a comer cuando mi hija se despertó de la siesta y la tuve que coger, estar con ella, etc. Para cuando pude volver a la mesa, fui consciente de que no necesitaba comer más, ya estaba llena. Así que pude decir basta y dejar lo que tenía en el plato.


Ahora se trata de volver a la rutina con las cantidades que realmente necesito. Poco a poco lo estoy haciendo y parece que la báscula lo nota. Así fue al menos hace un par de mañanas. Lento, pero seguro.


Más que por eliminar los kilos, luchamos por eliminar un montón de convencionalismos sociales que tenemos grabados en el disco duro. Parafreaseando aquel anuncio no nos pesan los kilos, sino la cantidad de piedras que llevamos a la espalda en nuestra mochila emocional.

jueves, 4 de junio de 2009

Mimándome

Está siendo una semana difícil. Entre el regreso a la rutina y que, por motivos personales, ando un poco alterada, me estoy tomando con calma esto de la dieta.

Estoy disfrutando mientras cocino para mi familia mientras veo cómo disfrutan ellos comiendo.

Me estoy dando un tiempo de calma para volver a la dieta, pues no me veo ahora mismo inmersa en la exigencia que supone. Sin embargo compruebo que voy regresando poco a poco al peso que tenía antes de irnos (no he podido evitar pesarme). Así que estoy contenta.

Encontré el artículo anterior y lo leí encantada, pues conozco personas que llevan toda la vida a dieta y no ha cambiado su aspecto físico. Bueno sí, la mayoría luce algún kilo más que cuando comenzó.

Estoy bastante harta de que personas sin problemas de obesidad te dan "consejos bienintencionados" acerca de cómo hacer para bajar unos kilos. Que no es tan sencillo, que si lo fuera, no habría gordos... Bueno, que me enciendo.

Cada persona es un mundo y cada uno tenemos nuestro punto mágico en el que, si tocas, todo se soluciona. Hay que descubrir cuál es y no es tan sencillo. Un bonito trabajo de vida...

martes, 2 de junio de 2009

Las dietas obtienen resultados sólo discretos a largo plazo

Nuevos datos ponen en evidencia lo que muchos expertos ya saben e infinidad de personas que sufren sobrepeso u obesidad han podido experimentar por sí mismas: las dietas puede que funcionen durante los primeros meses, pero fracasan a largo plazo o, en el mejor de los casos, sólo obtienen resultados bastante discretos. Hay que buscar alternativas.

Un estudio realizado por científicos de la Harvard School of Public Health (Boston) y el Pennington Biomedical Research Center, de la Universidad Estatal de Louisiana, ambos en Estados Unidos, ha intentado resolver la vieja polémica acerca de qué dieta es mejor para perder peso a largo plazo. Sus hallazgos, publicados en "The New England Journal of Medicine", han sido interesantes.

Reclutaron a 811 personas, dispuestas a realizar el ensayo, que fueron asignadas de forma aleatoria a una de varias dietas, cada una con distintos niveles de restricción de hidratos, grasas o proteínas. Todas ellas eran sanas y todos los participantes realizaron ejercicio de forma moderada, además de ser sometidos a seguimiento por parte del equipo investigador.

Lo cierto es que no merece la pena entrar en el detalle de los resultados que consiguió cada tipo de dieta, ya que todos ellos fueron bastante similares. Resulta mucho más aleccionador analizar el éxito de las dietas consideradas en su conjunto. Y éste, a largo plazo, fue bastante mediocre, ya que sólo consiguieron reducir entre 3 y 4 kilos, de media, después de dos años.

La tasa de abandonos fue del 20% (166 personas de las citadas 811) y en los primeros 6 meses los resultados fueron bastante alentadores. Pero a partir de ahí muchos participantes comenzaron a recuperar parte del peso perdido hasta llegar a los exiguos resultados que hemos comentado, si bien es cierto que esos 3 ó 4 kilos son mejor que nada y, además, suponen una reducción no desdeñable de los riesgos que la obesidad supone para la salud.

Sin embargo, hay que reconocer que estas cifras tan magras probablemente habrán hecho reflexionar a los participantes, y también a los lectores. Y de esta reflexión surgen varias preguntas: ¿merece la pena tanto esfuerzo para tan escaso resultado? ¿No hay otra alternativa a la dieta? ¿Es la obesidad un problema que no tiene solución?

Los propios investigadores nos responden, al menos en parte, a alguna de estas cuestiones. En un editorial que acompaña a la publicación de los resultados de su trabajo destacan que el seguimiento personalizado es fundamental para que el peso perdido no vuelva a recuperarse. Pero, quizá con cierto desaliento, reconocen que no se necesitan más ensayos sobre dietas, sino un cambio de modelo.

Y ponen como ejemplo un par de poblaciones francesas que han luchado contra la obesidad infantil y han logrado reducirla a la mitad a base de implicarse todos los estratos de la sociedad y afrontar el problema de la obesidad desde la infancia. También insisten en la importancia de factores no biológicos, como adaptarse a los gustos de cada persona y realizar un seguimiento personalizado. Por último, sugieren la cirugía bariátrica como el único método realmente eficaz para solucionar el problema en los adultos.

La conclusión más importante de este estudio es que tal vez se ha dado demasiada importancia al tipo de dieta cuando la solución quizá esté fuera de las dietas. Porque la pregunta que nos hacemos después de leer estos resultados es: ¿Cuánto tiempo estoy dispuesto a seguir una dieta que me exige incuestionables sacrificios?

Podemos buscar en otra parte y razonar de una forma lógica: si los cambios de hábitos (lo que comemos, cuánto comemos, cuánto nos movemos...) han sido los que nos han llevado a esta situación de obesidad, quizá lo que deberíamos intentar es cambiar estos hábitos, a condición de que los cambiemos para siempre.

Artículo elaborado por Adelgazar.Net, a partir de informacionesde The New England Journal of Medicine