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sábado, 27 de junio de 2009

Las emociones



Nuestras emociones nos pueden jugar una mala pasada a la hora de hacer dieta. Y no sólo porque determinados estados emocionales nos pueden llevar a consumir dulces, comida rápida y otros alimentos que no nos van nada bien para nuestro exceso de kilos.

Las emociones que vivimos y que vivenciamos a través de la comida se fijan en nuestro cuerpo de manera perenne como las emociones que son.

Así, si estamos inmersos en una depre y nos comemos unos pastelitos para endulzarnos la tristeza que nos embarga se fijará en el depósito de grasa que se produzca. Como si nos fuéramos poniendo capas de "plastilina". Aquella tarde que estábamos tan tristes; aquel amor que pasó de largo; aquella amiga que nos defraudó tanto; aquel trabajo del que nos echaron sin motivos claros... Tristeza, rabia, dolor, miedo, duda, desprecio... Todo queda almacenado en nuestro cuerpo energético.

Por eso es tan difícil adelgazar, porque a medida que nos quitamos capas de grasa vamos sacando a la luz todas esas emociones que estaban tranquilitas protegidas por nuestra grasa corporal que al ir desapareciendo va sacando a la luz.

Si somos capaces de enfrentarnos a ellas y ganar la partida, conservaremos los kilos de más que nos hemos ido quitando. Si no, volveremos a recubrirlas y adormecerlas para no escuchar sus voces y poder vivir tranquilos.

La obesidad es el mal menor que hemos de soportar por no enfrentarnos a nuestros fantasmas emocionales.

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